Recientemente estuve trabajando en una pequeña universidad, en la cual laboré por cerca de 2 años, combinado con los 5 años y medio de experiencia laboral y mis años de estudiante de ingeniería, he obtenido una perspectiva más completa sobre la relación entre el proceso educativo a nivel superior y el mundo profesional.
Para empezar existe un desencompasamiento más o menos notorio, dependiendo de la propia empresa, ya que generalmente las instituciones educativas se ven empantanadas en burocracia que se percibe como innecesaria en las empresas privadas. No hay que equivocarse, las empresas privadas pueden verse atrapadas por esa misma burocracia, sin embargo, ya que en las instituciones públicas se tiene la percepción de que es casi imposible ser despedido, existe un factor menos que incentive a los empleados a, por lo menos, cumplir correctamente con sus deberes. Además, ya que en las empresas privadas se está muy consciente que “el tiempo es oro”, se tiende a tener un mayor sentido de urgencia.
Otro factor que considero tiene peso, es la felicidad de los empleados. En varios estados del país una persona laborando en una institución pública puede ganar un sueldo comparable a lo que un profesional puede ganar en una empresa privada, dependiendo del puesto, y aunque el salario no es la bala de plata en cuanto a combatir la apatía, insatisfacción e infelicidad respecta, en otros estados en que un profesional con experiencia gana entre 3 a 5 veces más que un empleado de una institución pública, sí se nota una diferencia.
Ahora bien, en las instituciones públicas de educación superior este factor puede no aplicar de forma tan directa, ya que para ingresar a la institución se tienen que cubrir varios de los mismos requisitos, siendo de los más importantes el tener título y cédula profesional.
¿Qué es lo que generalmente propician estos factores ya mencionados?
Respuesta: Decremento en la calidad, falta de deseo genuino por mejorar y una falta de decisión que se traduce en inacción, lo cual a su vez genera aletargamiento.
En este caso, considero que la falta de deseo genuino de mejora es el factor más letal, ya que acarrea una serie de problemas importantes reflejados en preguntas o aseveraciones tales como: “¿Para qué lo hago, si no me van a pagar extra?”, ¿para qué dejas tantas tareas y trabajos, de todas formas ni los vas a revisar” o “déjales un trabajo y con eso los evalúas”.
Si bien la tentación de trabajar menos de lo necesario por la misma paga es grande y se presenta tanto en el sector público como el privado, las repercusiones en el sector público generalmente son menores, lo cual promueve ese sentimiento de invulnerabilidad al despido.
Mi experiencia como docente me ha dejado algo en claro: el camino de la enseñanza, cuando se toma seriamente, con interés y vocación, requiere trabajo árduo. Claro, con el tiempo vas aprendiendo estrategias y técnicas para alcanzar los mismos o mayores resultados con menos esfuerzo, pero nunca se convierte en algo demasiado sencillo.
Otra importante lección aprendida en este período: es bastante fácil desconectarte del mundo profesional y estancarte. Es necesario invertir parte de tu tiempo libre a actualizarte, especialmente en campos que se encuentran en constante cambio. Precisamente en esos campos, los programas educativos tienden a estar terriblemente desactualizados, cubriendo temas que ya no son relevantes o dejando fuera otros que son de gran importancia para el sector privado actual.
Además, la meritocracia parece estar siendo empujada hacia la extinción en el sector público, esto ocasionado en buena parte por la restricción de recursos, situación en la que en ocasiones se encuentran las instituciones. ¿A qué me refiero ccon esto? a que muchas veces e asignan las personas equivocadas a las tareas por falta de opciones y, a veces también, porque esa persona equivocada tiene mayor antigüedad y por lo tanto mayor prioridad. Aunque esto llega a pasar también en el sector privado, ocurre con mucha menor frecuencia.
Obviamente no todo es miel sobre hojuelas en el sector privado. Para empezar, aunque ames tu trabajo, la realidad es que estás vendiendo algo: tu tiempo. Se lo vendes a los dueños de la empresa para que ellos puedan alcanzar grandes sueños y objetivos, mientras tú luchas para alcanzar sueños y objetivos pequeños. No estoy diciendo que esté mal, lo que digo es que debmos ampliar nuestros anhelos y aspiraciones.
Una cosa que, en mi opinión, es bastante valiosa del trabajo en el sector educativo y que difícilmente se puede lgorar en el ámbito privado es el impacto personal y social de tu trabajo, ya que tienes la oportunidad de tocar y mejorar la vida de los estudiantes y por ende, de sus familias y comunidades.
Otro factor diferenciador entre el trabajo en las instituciones educativas y el trabajo en el sector privado es la cantidad de días de descanso. En este punto en particular todavía no decido claramente lo que me parece mejor, porque aunque no conozco a nadie a quien no le gusten los períodos vacacionales más largos
(incluyéndome), el tener pocas vacaciones hace que intentes sacarles el mayor provecho y enfocarte a lo que en realidad quieres. Ahora bien, también se da el caso de que te encuentres tan agotado de todo un año de labores que te dedicas enteramente a descansar.
El problema que se detecta en las empresas es que los recién graduados generalmente carecen de las competencias necesarias para desempeñar sus labores y en muchas otras ocasiones también carecen del conocimiento técnico. Independientemente de los factores mencionados con anterioridad que disminuyen la calidad, hay otros problemas que contribuyen a esta situación. Algunos de esos problemas están muy arraigados y debemos atacarlos como sociedad, por ejemplo, la cultura del “nomás tantito”, “la última y nos vamos” y la procrastinación en general. Otros pertenecen a las escuelas y ámbitos familiares, como el aprendizaje y formación de habilidades basicas como son la lectura y escritura. Finalmente, las empresas también tienen parte de culpa, ya que fallan al involucrarse con las instituciones de educación superior y poder así transmitir adecuadamente sus necesidades y expectativas.
En mi opinión, necesitan invertir más en el fomento y entrenamiento de talento joven, aún con el riesgo de que ese talento elija trabajar para sus competidores. Ferias de proyectos, conferencias, visitas guiadas a la empresa, proyectos de inversión e innovación, cosas como pasantías en períodos vacacionales, todo de tal manera que los estudiantes puedan experimentar de primera mano los requerimientos y exigencias de las empresas. En este aspecto el apoyo de las universidades sería imprescindible para poder motivar o, en su defecto, forzar a participar a los estudiantes con cierto avance. Y uno de los problemas principales radica en esto último, el tener que recurrir a la coerción para que las personas hagan algo por su propio beneficio, inicialmente porque es difícil dimensionar el impacto de algo que no conocemos, pero principalmente porque la inacción en este apartado es generalmente resultado de la apatía y la flojera.
Aún así, estos dos defectos no son la enfermedad, sino el síntoma, ya que una situación que sucede my a menudo es que no estamos dispuestos a desempeñar tareas que no tienen una gratificación visible o la tienen pero a muy largo plazo.
Necesitamos atacar las situaciones que generan estos problemas, pero necesitamos hacerlo como sociedad, ya que requerimos tener una educación integral para poder resolver los problemas del mañana y para ello se necesita invertirle más a los jóvenes. Pero no solamente los padres, escuelas, empresas y gobierno deben invertir en ellos… sino los jóvenes mismos.